Translate

domingo, 18 de agosto de 2013

La zarevna de las adivinanzas

Erase un viejo que tenía tres hijos. Al último le llamaban Iván el Tonto.
El zar que reinaba entonces -hace de esto ya mucho tiempo- tenía una hija. Esta le dijo un día a su padre:
-Quisiera entretenerme en acertar adivinanzas. Al que me diga una adivinanza y yo la acierte, le cortarán la cabeza. Si no la acierto, me casaré con él.
Inmediatamente se pregonó un bando y muchos jóvenes que se presentaron fueron ejecutados porque la zarevna acertaba sus adivinanzas.
Conque un día fue Iván el Tonto a su padre y le dijo:
-Dame tu bendición, bátiushka: quiero ir a palacio a ver si acierta mis adivinanzas la zarevna.
-¿Adónde vas tú, so tonto, cuando tantos, más listos que tú, han perdido ya la cabeza en ese empeño?
-Pues yo, con tu bendición o sin ella, pienso ir.
El padre terminó por darle la bendición. Se dirigía Iván el Tonto hacia palacio cuando vio trigo esparcido en el camino y, encima del trigo, un caballo. Cogió una varita, apartó al caballo para que no pisoteara el trigo, y se dijo: «Ya tengo una adivinanza.» Siguió andando, y vio una serpiente; la traspasó con su lanza y se dijo: «Ya tengo otra adivinanza.»
Llegó al palacio, fue admitido a presencia del zar y le preguntaron cuál era su adivinanza.
-Venía hacia acá cuando en el camino encontré un bien, y encima del bien otro bien; agarré este bien y, para hacer bien, lo aparté del bien; el bien, por el bien, del bien escapó.
La zarevna buscó en su libro mágico, pero aquella adivinanza no estaba, y no sabía cómo acertarla.
-Bátiushka -le dijo a su padre-: hoy me duele un poco la cabeza y no tengo las ideas muy claras. Mañana la acertaré.
Aplazaron la respuesta para el día siguiente. A Iván el Tonto le asignaron un aposento, y allí se quedó por la tarde fumando su pipa. Mientras, la zarevna llamó a una fiel servidora y le dijo:
-Ve y pregúntale a Iván el Tonto la respuesta a esa adivinanza. A cambio le puedes prometer plata, oro..., lo que quieras.
La servidora llegó y llamó a la puerta. Iván el Tonto abrió, ella entró y le preguntó la respuesta a la adivinanza, prometiéndole montañas de oro y plata.
-¿Para qué quiero yo dinero? -contestó Iván el Tonto. Me basta y me sobra con lo que tengo. Si la zarevna quiere que le diga la respuesta, que se pase la noche aquí en mi aposento sin dormir.
Enterada la zarevna, aceptó la condición y se pasó la noche entera sin dormir. Por la mañana, Iván el Tonto le dijo que había apartado el caballo del trigo, y la zarevna dio la respuesta acertada. Entonces Iván el Tonto propuso otra adivinanza.
-Venía hacia acá -dijo-, cuando en el camino encontré un mal: agarré, y con otro mal pegué al mal; así, del mal murió el mal.
De nuevo echó mano la zarevna de su libro mágico y, al no encontrar la respuesta a la adivinanza, pidió aplazarla hasta la mañana siguiente.
Por la tarde envió a su servidora a preguntarle la respuesta a Iván el Tonto.
-Prométele dinero -le dijo.
-¿Para qué quiero yo dinero? Me basta y me sobra con lo que tengo -contestó Iván el Tonto. Si la zarevna quiere que le diga la respuesta, que se pase la noche sin dormir.
La zarevna aceptó, se pasó la noche sin dormir y también pudo dar la respuesta acertada.
A la tercera vez, Iván el Tonto no formuló su adivinanza como las anteriores, sino que, en presencia de todos los senadores, contó de una manera muy embrollada lo que le estaba ocurriendo con la zarevna, que, al no poder acertar sus adivinanzas, enviaba a una sirvienta suya a preguntarle la respuesta a cambio de dinero.
La zarevna tampoco acertó el sentido oculto de aquella adivinanza, y de nuevo mandó a preguntar la respuesta, prometiéndole a Iván todo el oro y la plata que deseara y la vuelta a su casa sin ningún impedimento.
Pero ¡quia! De nuevo hubo de pasarse la noche sin dormir. Entonces le dijo Iván cuál era la respuesta.
Naturalmente, ella no podía repetirla, pues todos se habrían enterado de cómo había pagado a Iván el Tonto.
Conque la zarevna se vio obligada a decir: «No lo sé.» Inmediatamente se organizó la boda, celebrándola con un alegre festín. Ya casados, Iván el Tonto y la zarevna vivieron felices y contentos, lo mismo que viven ahora.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

No hay comentarios:

Publicar un comentario